De Dublín a Nueva York by Maeve Brennan

De Dublín a Nueva York by Maeve Brennan

autor:Maeve Brennan [Brennan, Maeve]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-17893-22-4
editor: Malpaso
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


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3 Brennan usa el término Father Christmas, 'Padre Navidad', que es el nombre anglosajón y que de hecho contribuyó a extender la creencia en el Santa Claus americano. Aunque en nuestro país es más conocido como Papa Noel, por influencia francesa, tal vez aquí sea más pertinente traducir como Santa Claus. (N. de la T.)

LAS FUENTES DEL AFECTO

Delia Bagot murió de pronto, silenciosamente, sola en la cama, con la puerta cerrada; y seis años después, tras ocho meses postrado, también murió su esposo, Martin, atendido por una monja enfermera y por su hermana de ochenta y siete años, Min. Y, finalmente, Min se vio liberada del deber que se había autoimpuesto de quedarse con él mientras él la necesitara. Ahora podía irse a su casa, en Wexford, y disfrutar de la paz y la quietud que la rodeaban antes de que la muerte de Delia la llevase a la zona suburbana de Dublín. A Dublín y a la libertad de aquella casa por la que había vagado tan a menudo en su fantasía. Durante cincuenta años, ella había vagado por sus vidas privadas, desde que Delia apareciera de la nada y fascinara a Martin, soltero empedernido, llevándolo a casarse con ella. Min no podía olvidar aquel día de boda, la tristeza y la angustia, la abominación y la desposesión mientras su madre y ella se sentaban juntas mirando al novio feliz, que sonreía allí de pie como si hubiera subido al mismísimo cielo. Su madre y sus dos hermanas habían desaparecido, y ahora también Martin. Min pensó en las tumbas, una por una —la tumba de una hermana, la de otra, la de su madre, la de su hermano—, todos muertos y a la vez presentes, como medallas en la tierra. Y pensó que era muy justo que fuese ella la que permaneciera viva, porque de todos ellos había sido la única fiel a la familia. Era la única que no se había ido para casarse. Nunca había deseado afirmarse de ese modo, nunca lo había necesitado. Se asombró de la desvergüenza con que se habían exhibido Clare y Polly con sus maridos y Martin con la pobre Delia, pobre criatura. No parecía importarles lo que pensaran de ellos cuando se veían atrapados en aquella excitación, como animales. Era desagradable, y ellas parecían saberlo, mientras fingían que solo les importaba la ropa nueva que se comprarían y las flores que cultivarían en sus jardines. Y ahora todo había terminado para ellos; para lo que habían conseguido, podrían haberse controlado. Y ella, sola como siempre, había vivido para hacer el balance de todos. Era una gran satisfacción ver el final elevándose como el sol de la mañana. Min pensó que no mucha gente podía experimentar aquella satisfacción. Ver el final no era tan distinto de ver el principio de las cosas, y si de todas formas uno no iba a tomar parte, entonces ver el final era muchísimo mejor. Uno podía sentir celos de la gente que empezaba, pero era casi imposible sentir celos de los muertos.



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